sábado, 21 de julio de 2007

बिदुरिअ?

Conocí alguién una vez, parecía una persona muy intelectual, instruído por sobre todo e inteligente, tenía tanta sed que bebía con ansiedad, ésta fué la causa de su antítesis eludida. No se podía controlar, aumentaba exageradamente su impulso nervioso por ingerir más liquidos de conocimiento heterogéneo. Tal era la frecuencia con la que calmaba su necesidad que hasta se olvidaba de respirar. Lo notorio es que esta “sed” no era dirigída solo hacia una sola bebída sino que a muchas. Todo lo que ingresaba por su sentido auditivo, era procesado en su conciencia, despertando de éste modo una imperiosa necesidad de adquirir en abundancia. Esta persona buscaba siempre recibir estímulos de cualquier índole , hasta de la más superflua y sin importancia situación. Viendolo de afuera, podría decirles que el sujeto no sabía distinguir entre las bebídas, las tomaba todas como si fuesen la misma, pero no era así. Cada trago tenía su espíritu subjetivo, su contenido especial y distinguido entre sí. Algunas hacían efectos más fuertes que otros, según el organismo mental y psíquico de cada individuo. En el caso de nuestro amigo, tenía una personalidad muy extrovertida y era demasiado sensible a cada información que asimilaba. Los diarios eran bares públicos para su deleite mental, frecuentaba seguido sus estanterías, pero estas bebídas se fueron haciendo insípidas, por lo tanto, las desechó. Eligió recorrer periferias un poco más lejanas, incursionando en diferentes gustos, se volvió un catador digno y plausible del conocimiento. Se apasionó tanto en sus tragos, que se olvido de algo en particular, de la prudencia. Es muy claro que no era un bebedor moderado, sus excesos eran frecuentes y esto se tornó algo pernicioso para su vida. Pero aquí no son cuestiones de salud fisiológica, sino que espiritual. Su alma comenzó a nublarse, una bruma inmensa le sobrevino de la realidad que percibía el cuerpo. Fué mucho conocimiento de golpe, fueron muchas inyecciónes a las vísceras del alma. Bebió tan rápido que se olvidó de respirar...
Aquí no esta en discución cuanto era la cantidad y variedad de liquidos que bebía, el problema verdadero fué el modo en que lo hacía.
Nuestro amigo terminó ahogando a su propia alma, la velocidad e impaciencia que se impuso de adquirir más, olvidando que su misma alma ya lo contenía todo en su esencia. Ël buscó hacía fuera y no en su interior, necesitaba bebídas desconocidas, pero ésto a su espíritu lo desbordó, por el hecho de que ya las conocía.
Esta es la historia del “sabio” que conocí y murió ahogado por su ignorancia interior.
Yo me pregunto, ¿ésta es la sabiduría, expeditíva , buscadora y exploradora del verdadero sabio?